Hasta cuÙ„ndo estarÙ„s 'lejos del mundanal ruido'?
Hay algo romántico en la naturaleza virgen. Algo que ha inspirado no sólo a poetas y artistas, sino también a filósofos, en particular en cuanto a la sutil distinción que hacen entre lo ‘bello' y lo ‘sublime', entre el paisaje bello que nos sumerge en el placer y el paisaje que provoca aprensión y emoción.
Se supone siempre que el hombre representa un peligro para la naturaleza y que, de manera general, su acción es destructora. Lo que deseo decir aquí es que esto no siempre es así. Y mi argumento reside en la experiencia de mis visitas a islas lejanas, como por ejemplo las islas escocesas Outer Hebrides.
Suelo visitar Escocia cada año o cada dos años. Con mi esposa, de jóvenes, íbamos descubriendo sus diferentes lugares viajando en coche, y si la noche y el cansancio nos vencían, nos parábamos en cualquier casa pidiendo hospitalidad, y al día siguiente continuábamos nuestra gira. Pudimos conocer muchos sitios de Escocia de esta manera. Al final, escogimos las alturas de las Western Highlands y de las Outer Hebrides para nuestras vacaciones. Fuimos haciendo muchas amistades con los que nos hospedaban y con otras personas, algunas de las cuales son ya como miembros de nuestra familia.
También nos aventurábamos a pernoctar en pleno campo, en tiendas de campaña, en el coche al borde de la carretera, entre altas montañas. Y el sentimiento que siempre me embarga, sobre todo si viajo por pequeñas islas y con pocos días por delante, es la añoranza de la civilización, del apretujamiento de las ciudades, de las comidas frescas, las librerías, el lujo de la civilización moderna.
Es probablemente este hecho el que nos llevó a volver pasando por Edimburgo, sobre todo durante su festival, para poder asistir a su famoso ‘Desfile de Música Militar', bajar por la ‘Royal Mile' de la ciudadela en medio de una ruidosa muchedumbre, ensordecidos por la música escocesa tradicional que resuena en las paredes de piedra de los imponentes edificios construidos para resistir a los siglos de los siglos. Uno siente que su alma vuela más allá de las nubes, entre el placer de la belleza y la emoción de lo sublime.
En este tipo de situaciones, uno siente orgullo ante las realizaciones del hombre en arte y en ciencia, en estilos de vida, en arquitectura, en grandes instituciones. Esto podría ser una parte de la ‘delegación' deseada por Dios cuando creó al hombre. Y es deber de todos desempeñar su papel de ‘delegado', crear lo que resulta útil, no sólo conservar la naturaleza sino también las realizaciones humanas que hemos heredado a lo largo de la historia.
Hemos puesto de relieve, en este número, bellos lugares del norte de Iraq, de Marruecos, de Sierra Leona, de Alemania y de España, esperamos que disfruten de su lectura y quizás, también, visitándolos.
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